George Saunders (escritor estadounidense de relatos cortos)
The brain-dead megaphone (El megáfono sin cerebro)
«Imagínese una fiesta en la que los asistentes son personas interesantes de todo tipo, expertos en muchos campos, hablan de temas que les interesan y corrigen a la vez que son tranquilamente corregidos. Cuando se tratan temas que no se discuten habitualmente la sorpresa es que otras personas a menudo han pasado por esa experiencia. La charla es cordial.
En ese momento entra un tipo con un megáfono. No es la persona más inteligente de la fiesta, ni la que tiene más experiencia, ni la que mejor se expresa.
Pero tiene ese megáfono.
Digamos que empieza a hablar de lo mucho que le gustan las mañanas en primavera. ¿Qué ocurriría? La gente se daría la vuelta para escuchar. Aunque sólo fuera por amabilidad. Empieza a debatirse la validez de las opiniones del tipo del megáfono sobre las mañanas en primavera. Algunos se muestran de acuerdo y otros en desacuerdo. Pero como habla tan fuerte las conversaciones empiezan a reaccionar en función de lo que él dice. A medida que va cambiando de temas van cambiando las conversaciones. Si él dice mucho: “a fin de cuentas”, ellos lo repiten. Si él entremete en sus argumentos la presunción de que el lado este es mejor que el oeste habrá una migración de personas hacia el lado este.
Su principal característica es la dominación. Consigue acallar otras voces. Su retórica es la retórica central simplemente porque no se puede evitar.
El tipo del megáfono se ha cargado la fiesta. Los invitados dejan de creer en el valor de sus propios argumentos y llegarán a creer que su principal rol es estar pendientes, reaccionar al tipo del megáfono. Dejarán de hacer lo que se supone que habían venido a hacer: hablar de sus propios intereses y preocupaciones. Se convertirán en pasivos. No se dan cuenta de que empiezan a hablar como él habla.
La situación podría empeorar si el tipo del megáfono no reflexiona sobre lo que va a decir, suelta las cosas sin más, y a pesar de tener un megáfono, está obligado a gritar, lo que limita la complejidad de lo que puede decir. Como piensa que debe ser entretenido, salta de un tema a otro, favoreciendo “lo general”: “¡Estamos comiendo muchos chetos y nos encantan!; la controversia y la ansiedad: “¿Se estará acabando el vino por alguna oscura conspiración?”; el cotilleo: “hay rumores de que en el cuarto de baño de abajo están echando un polvete”; y lo trivial: “¿Cual es TU rincón preferido de la habitación?;
El lenguaje restringido del megáfono entra en la mente de los asistentes a la fuerza, afectando a la calidad de sus pensamientos. En la práctica ha puesto un techo de inteligencia a la fiesta».
(Traducción libre del texto Bosco Gamiz)
Fuente: tercerainformacion.es